miércoles, 17 de enero de 2007

Tetsuo y el Frere Jacques

Hoy hemos ido a ver una fábrica. Da igual de qué sea la fábrica, aquí en Japón todas se parecen: operarios uniformados con un mono blanco impoluto, suelo impecable, máquinas flipantes y un jefe de planta que se mueve a pasitos rápidos mientras todos dejan de trabajar para saludarle con aire marcial.

Hemos llegado a una zona en la que había unos robots trabajando. Su tarea era tomar lo que salía de las líneas de producción y colocarlo en unas estanterías. Ellos solitos se movían a sus anchas por la fábrica con movimientos lentos pero seguros. Es curioso pero aquí los empleados van corriendo a todas partes. Si el jefe les llama no caminan, van como motos. Sin embargo los robots estos tienen una pachorra que desespera. Cada uno con su nombre propio serigrafiado en la chepa, o en lo equivalente a la chepa para lo que es un robot: Tetsuo, Jumpei, Shiro,... Cada uno a su bola, ocupados en sus cositas de robots.

Mientras nos daban la charla he visto con el rabillo del ojo que uno de estos brutos mecánicos venía hacia mí. Me disponía a dejarle pasar cuando el jefe de planta ha empezado a hacer unos graciosos gestos llenos de energía indicándome que no me moviera de donde estaba. ¿Que no me mueva?. ¡Con aquel bicharraco de tres metros de altura echándoseme encima!. Así que le pregunté, también con gestos, que si estaba seguro de lo que me decía. Esto en lenguaje universal de signos se indica poniendo cara de "¿Pero tú estás loco o qué?".

"Que sí, que sí, que te quedes ahí", traduce la traductora. No del todo convencido miro a mi contrincante de abajo arriba y de arriba abajo. La verdad es que era un buen ejemplar: con su horquilla elevadora a modo de pitones, mil kilos en canal, amarillo bragao, de la ganadería Mitsubishi: el robot Tetsuo. Y como representante de la raza humana, con terno gris marengo y corbata escarlata: un servidor, el niño de Tokio.

Allí me he quedado plantado como Don Tancredo, dispuesto a demostrar a los empleados de aquella fábrica, empleados que habían dejado sus tareas para mirar, que si hay que echarle gónadas al asunto se le echan. Hay que ver las tonterías que puede hacer uno si le pican en el orgullo.

Mientras tanto Tetsuo el robot seguía avanzando insensible a mis alardes. Ya se le podían acabar las pilas, pensaba yo. Y al llegar a metro y pico, cuando ya estaba a punto de flojearme los esfínteres, Tetsuo se para, en su parte superior se iluminan unas luces de alarma anaranjadas y de sus altavoces empieza a salir una melodía. ¡No puede ser! Pero lo es: Está cantando el Frere Jacques. El cacharro este me canta el Frere Jacques para que me aparte.

Mi cara debía de ser un poema, porque estaban todos partiéndose el pecho de mí. Mientras tanto Tetsuo, al ver que no me iba a quitar de enmedio, se da la vuelta y se va a buscar un camino más despejado. Se me han ocurrido tres reflexiones tres:

1) El mito del ser artificial. Cuando el ser humano se pone a ejercer de creador intenta superar las limitaciones humanas: El Golem, Frankestein, los replicantes de Blade Runner... Los robots de esta fábrica, tan pachorros y cantarines, me parecían más desinhibidos que sus creadores.

2) La fuerza del destino. Mientras estaba allí, en plena lidia androide he pensado esto: ¿Qué decisiones, qué opciones he tomado en mi vida para acabar en una fábrica en Japón, frente a un robot cantarín mientras 50 japoneses se descojonan de mí?

3) Diferencias culturales. Aquí la gente es tan amable y considerada que se proyecta a todo lo que hacen: robots, hoteles o tazas de váter. Todo amabilidad. Si diseñan un robot lo hacen para que detecte si tiene a alguien cerca, se pare, le cante una melodía para advertirle y si no hay otra opción busque otro camino. En mi país si diseñamos un robot hubiera sido muy distinto. Le hubiéramos llamado Farrukito 9000: Un robot que llega, te atropella y luego sale echando leches mientras, eso sí, te canta una soleá.

6 comentarios:

Unknown dijo...

Muy divertido !!!!!
Mándanos una foto del robot,
JR

Danilac dijo...

Pues menos mal que al programador de turno no le daba palo desnudarse... Imaginate que te hace un striptease robótico, arrancándose las planchas metálicas.

Camino dijo...

Jo, Enrique! después de leer esto me entran ganas de invitarte a pasar un mes en Bahabón, a ver si tienes @#~& para contarlo en un blog!

Besos de larga distancia,

Angeles.

Anónimo dijo...

Buenísimo, ¡ahí! ¡demostrando pundonor y gallardía española! Yo me hubiera abrazado a Tetsuo llorando, el "Frere Jacques" fué la primera canción que aprendí.

Anónimo dijo...

Acabo de leer los posts desde el principo y la verdad es que me parto... Habria que hacerte un Manga para contar tus historias, con un personaje cabezón y con los Ojos muy grandes...

Sin embargo, tengo una queja, que es unánime con todos los que seguimos tus aventuras...
Es inconcebible que en plena era digital, y viviendo tu ahora en la cuna de los gadgets electronicos, no hayas puesto todavia NI UNA SOLA FOTO!!

Bueno, sigue enviandonos tus observaciones, como el tio Mad de los Fragels... Querido sobrino Gobo...

Payo en Cipango dijo...

Pues tenéis razón con lo de las fotos. ¡Pero es que no tengo cámara!

Bueno pues ya que estoy en Japón mañana mismo me compro una. Palabrita de payo.