martes, 6 de febrero de 2007

Esferas y Transformers


He decido dejarme de tortas de aceite, sénecas reposteros y demás excusas más o menos líricas y me he comprado mi primera cámara de fotos.

Aún no he adquirido ese reflejo tan japonés de sacarla y disparar ráfagas a todo lo típico que se menea: en dos días he hecho una foto. Esa que veis.

Se llama Tomio aunque le gusta que te llamen Tom. Es el camarero del güiski bar donde vamos después de trabajar. Aquí se trabaja hasta las tantas y luego se va uno a mazarse, pero que muy en serio, con los compañeros de trabajo. Nos gusta este bar por muchas razones. Tom es una de ellas. Que ponen a John Coltrane es otra.

Tom es un fan de Elvis. Lleva ese tupé desde que le nombraron presidente del club de fans de Elvis del barrio de Rapongi hace ya 5 años.

Tom es un artesano entre los camareros, un perfeccionista. Ha investigado sobre la paradoja del güiski con hielo: cuanto más se enfría más se te agua. Ha llegado a la conclusión de que la figura perfecta es la esfera. La esfera es la figura geométrica con menor superficie en relación a su volumen. Con lo que una esfera maciza de hielo te enfría tu bebida pero se derrite más lentamente que, por ejemplo, un cubo. Se nota que soy un poco friki, ¿verdad?. Pues Tomio también y muchos de los amigos que me leen ni te cuento.

Le pides un güiski on the rocks y él toma un cubo, de los de forma cúbica, de la máquina. Coge su cincel especial y con precisos golpes lo va transformando ante nuestros pasmados ojos en una esfera perfecta. Tras unos 10 minutos de proceso se detiene, la observa y si considera que está terminada la pone en un vaso y te la cubre de güiski. Tú no sabes si bebértelo o aplaudirle. Normalmente hacemos las dos cosas. Y si somos 7, que es con mucho la capacidad del bar, repite lo mismo 7 veces. No hay que decir que a este bar es mejor no ir con mucha prisa.

Hoy he ido al bar con mi camiseta de los Transformers. Sí, ya he dicho que un poco friki ya soy. Al quitarme el abrigo Tom se la ha quedado mirando fijamente. "Tom is Transformers number one fan", nos dice mientras nos señala hacia arriba. Miramos y en una cornisa que rodea el bar casi a la altura del techo vemos -sentados, de pié, tumbados, inclinados- un ejercito de Transformers que nos miran amenazantes. ¡Llevo un mes viniendo aquí y no los había visto!. Tom los esculpe a mano, como sus esferas de hielo, y luego los pinta de colores brillantes. Un personaje Tomio. Ha empezado a hablarnos de Transformers pero entre lo poco que yo sé del tema (aunque lleve la camiseta) y que su inglés se limita a las letras de las canciones del Rey la conversación se ha acabado pronto.

Hoy se ha enterado que algunos nos volvemos mañana a casa. Nos ha mirado con carita de pena. Se ve que como artista que es necesita a su público. Sobre todo si el público está tan entregado como nosotros.

"I will miss you", ha dicho. La verdad es que yo también.

Tortas de aceite

Yo movía a toda velocidad mis piernecitas de siete años intentando seguir los pasos de mi padre. Colgado de su mano dábamos una vuelta a un lago en la provincia de Cádiz. Recuerdo un cielo oscuro y pesado como una tapa de plomo.

Llegamos a un puesto cerca de la carretera donde un hombre vendía tortas de aceite caseras. Las más buenas que he comido nunca. Estaba tan encantado con aquel dulce que mi padre me sugirió que le pidiera la receta. Y aquel señor me la dio: "300 gramos de harina blanca, 10 gramos de levadura de panadería, 6 cucharadas de aceite de oliva, 6 cucharadas de agua tibia y una cucharadita de sal marina". No queriendo arriesgarme a olvidar ningún detalle le pedí a mi padre bolígrafo y papel para apuntarlo todo.

Muy solemnemente aquel vendedor de tortitas dijo: "No lo apuntes". Mi padre y yo nos quedamos parados mirándole.

Una vez que tenía toda nuestra atención siguió con la misma solemnidad de un profesor: "Si apuntas la receta en un papel sabrás que está en ese papel pero tú te olvidarás de ella".

300 gramos de harina blanca, 10 gramos de levadura de panadería, 6 cucharadas de aceite de oliva, 6 cucharadas de agua tibia y una cucharadita de sal marina.

No he tenido en mi vida una cámara de fotos ni he escrito nunca un diario. Supongo que como a todos me gustan las cosas definitivas, las reglas, los oráculos y pensar que todo sucede por alguna razón. El encuentro con aquel hombre me influyó de tal manera que lo he llevado a rajatabla toda mi vida. Siempre he dejado que sea mi memoria, sin ayudas de ningún tipo, la que decide lo que es importante.

Ahora he escrito este blog y ayer me compré una cámara de fotos. Al final te das cuenta de que no hay nada definitivo, que las líneas divisorias se van moviendo y que las cosas suceden sin ninguna razón. Eso y que los años no perdonan y cada vez le funciona a uno peor la memoria.